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Un pasado aun cercano

sábado, 29 de mayo de 2010.
Lo cierto es que ahora no tengo demasiado tiempo; mi profesor de matemáticas particular llegará en media hora más o menos, pero, de todas formas tal vez pueda explicar algo más sobre como fui, como soy, y como seré.

Hasta que no asumes que habrá un final, no puede haber un principio.

Yo tendría unos 4 años cuando pisé por primera vez el colegio, aquel mundo inexplorado, tan diferente de todo lo que conocía. Años después, aunque de eso aun no tenía ni idea, tendría que cambiar a un nuevo colegio con motivos de reconstrucción del anterior, aunque no sería ningún drama ya que todos mis amigos se trasladaban conmigo.
Estaba delante de la alta puerta metálida, bien sujeta de la mano de mi madre, muy cerca de la que había sido mi única amiga durante todos esos cuatro años, la misma amiga que me acompañaría en mi progreso durante 10 años más, y los que aun esten por venir.
Se llama Alice, y ella, también asustada, me miraba de reojo, para ver lo que yo hacía. Puedo relatar esos primeros años perfectamente porque tal vez sean los más importantes de nuestras vidas.
Todos los padres se arremolinaban junto a nosotras delante de la puerta, una puerta que ya había vivido al menos 100 años.
Y llegó la hora.
La conserje, o el conserje, no lo recuerdo, abrieron la puerta, con esa sonrisilla de suficiencia, queriendo parecer muy simpáticos, pero queriendo meterse ya rapidamente en su cubiculo de sufrimiento a poner sellitos y cosas de esas.
No se como pasó, pero, a medida que los demás iban entrando, yo me puse a llorar, posiblemente preguntandome que por que mi madre me hacía separarme de ella, ¿es que ya no me quería?
Hay que tener en cuenta que no es que yo sea devil, ni mucho menos, es, simplemente, que nunca antes había estado en la guarderia, por lo que el colegio me era a mi el doble de extraño que para los demas.
Entre mi madre y Alice, que no parecía especialmente torturada, consiguieron separarme de la primera, aun llorando como nunca lo había hecho, grandes lagrimones cristalinos que rodaban por mi pálida carita infantil. Desde siempre todo el mundo me ha dicho, sobre todo ahora cuando ven mis fotos de pequeña, que parezco una lindisima muñequita de porcelana, era cierto.
Esta imagen jamas la olvidaré.
Alice me cogió la mano, sudorosa, y, con mucho aplomo, me arrastró al interior del patio. Recuerdo haberme dado la vuelta, y haber visto a mi madre, sonriendo, agitando la mano, después, el conserje había cerrado la puerta, separandome de todo.
Cuando miré a Alice, una niñita morena de negros rizos, que ahora se an combertido en bucles, me sonrió con cariño, intentando consolarme, intentando darme fuerzas, pero yo no podía dejar de llorar, me era imposible, me sentía incapaz.
Lo que pasó acontinuación ya no es tan importante, pero lo contaré de todas formas.
Una vez nos hubimos reunido con los demas, una señora con gafas y el pelo negro, Jocelyn, nos guió hasta nuestra aula, enorme.
Yo, que aun seguía llorando, me negaba a hablar con nadie que no fuera Alice, pero esta, que si que quería participar en los juegos para conocer a los demás, me abandonó en una silla, prometiendo que no tardaría mucho, pero si lo hizo.
Jocelyn, que se había dado por vencida, me había dejado también allí, en un rincón del aula, sola con mis llantos.
Y vomité. Fue lo más asqueroso que me ha pasado, el vomito más repulsivo.
Entonces, conseguiendo así llamar la atención de todos, me calme un poco, aunque aun me sentía reacia a participar con los demas, pero eso yo lo arreglaría más adelante.
Pasaron los días, y yo iba mejorando, aunque aun tenía la costumbre de sentarme en mi sillita del rincón, y observar a los demás jugando en el suelo de corcho.
Yo aun no lo sabía, pero, la mayoría de los que estaban allí serían mis amigos hasta la adolescencia, y he de decir, que muchos de ellos, aun siguen conmigo en mi clase de tercero de la E.S.O.
A muchos otros sin embargo, me los iría encontrando a lo largo de mi camino, siendo mejor o peor recibidos por mi, claro.
Llegó un día en el que, por arte de mágia, y sin que nadie hubiera tenido que decirme nada, en el que llegué a clase junto a Alice, y, perfectamente decidida, fui dandole la mano a todos y cada uno de mis compañeros, repitiendo una única frase.
-Yo soy Lyra.- ellos me contestaban con sus nombres, y en su mayoría con una sonrisa.
Ya podía decir, con total seguridad, que eramos amigos.
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Extraños

Me llamo Lyra, o si lo preferís, Liz, lo dejo a vuestra elección.
Se que esto no os dice nada, pero, aunque dijese mil cosas más, al final, sería el mismo resultado.
No soy especialmente guapa, aunque tampoco especialmente fea. Soy la clase de persona a la que te diriges como mona. Eso si, cuando los rayos del sol lamen mi pelo, por los hombros, oscuro, este reluce rojizo. Mis ojos, según se vean, pueden ser almendrados, o verde oliva. No creo que haya nada más que añadir sobre mi aspecto, como que soy delgada.
Ahora, vosotros y yo somos extraños, después, seremos conocidos, y más tarde, tal vez lleguemos a ser amigos, eso, nunca se sabe.
Mi vida no es interesante, ni mágica, ni especial de la forma en que lo es la vida de los personajes de los libros, sin embargo, si puede llegar a ser interesante si quieres que lo sea, puede ser mágica si la observas desde mi punto de vista, y puede ser especial si la comparas con la de los demás.
Supongo que aquí empieza mi historia, aquí relato mi vida.

Lyra
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