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Totales desconocidos

domingo, 6 de junio de 2010.
A veces te cruzas con desconocidos que tienen algo que te llama la atención, y piensas, tendría que acercarme a ellos, por que no los volveré a ver, pero no lo haces, por que no es correcto.

Hace como un par de días, no se excatamente el día, pero si que fue esta semana, me crucé a un chico.
Tendría unos 15 años, tal vez 16. Tengo que admitir que de lo único que me acuerdo es que iba hablando por el móvil, que llevaba colgado del hombro algún tipo de instrumento, que no era ni la gruitarra ni el violín, que tenía el pelo negro, suavemente ondulado, y los ojos más azules que haya visto en mi vida.
Era guapo, eso también lo recuerdo, aunque sus rasgos ya se han borrado de mi memória.
A penas nos miramos, yo iba con prisas y él estaba ocupado con su móvil, lo único que puedo decir es que, no se, me sentí extrañamente atraida, sonara raro, pero es la verdad... no sabría como describir la sensación. Algo así como cosquillas en el estómago, un escalofrío por toda la espina dorsal... si, ya se que suena mucho a cuento chino, pero es verdad.
Desde que lo vi no me lo he podido quitar de la cabeza, y eso que casi no lo recuerdo... sonreía, si, eso si lo se, pero nada más.
Es que fue muy extraño, lo miré, el me miró, y cada uno siguió su camino, como si no hubiera pasado nada, aunque he de admitir que tuve que pararme unos segundos y no pude evitar volverme para verle desaparecer entre la multitud.
Ahora me arrepiento de no haber arremetido contra él, haberle dicho algo, lo que fuera, haberle preguntado la hora... o algo... por que se que no volveré a verle...
Aunque, bueno, el estaba hablando por el móvil, y puede que le hubiera molestado, pero me da igual.
Ya es tarde, pero, ¿que voy a hacerle si no soy lo suficientemente valiente como para hablar a un chico que me gusta a la cara? Como pasó con Bill...
Aunque con el fue muy diferente, tal vez incluso llegué a pensar que... bueno, que eramos... amigos, no se... o algo, pero da igual, ya os contaré.
Mi ángel... desde hoy, aquel chico misterioso va a pasar a ser identificado como Angelo, como el de Dos velas para el diablo :)
Se que no sirve de nada que os lo diga... pero, por Dios, si veis por la calle a alguíen que os llama la atención, no dudeis en hacerselo saber...
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No tengas miedo...

martes, 1 de junio de 2010.
Ya sabes lo que dicen del miedo; la solución es cortarse la cabeza.

Hoy a sido un día horrible.
Anoche me acosté pasada la una de la madrugada. Soy una inconsciente, e insensata.
Mis padres me tienen bien dicho que no lea hasta más de las 11:30, que si no luego no me podré levantar. Yo lo se, pero, sinceramente, me da igual.
Estuve leyendo hasta que, con algo de remordimiento, decidí apagar la luz y dormir. Aunque, bien pensado, no era remordimiento lo que sentía, si no miedo.
Miedo a que de pronto se levantaran mis padres y me vieran con la luz encendida, leyendo, tan pancha y ancha.
Miedo a que me castigaran sin salir este fin de semana.
Miedo a que desconfiaran de mi.
Esto me ha dado mucho que pensar, por supuesto no lo pensé anoche, ni esta mañana, (estaba totalmente frita, casi hay que despegarme de la cama con espatula) si no que lo llevo pensando desde hace ya algún tiempo.
Esto solo es un pequeño ejemplo, tan solo una imagen que os haga una idea.

El miedo hiere más que las espadas.

Pues si. El miedo puede suponer la muerte en una situación desesperada.
¿Por que se tiene miedo?, ¿por que tendemos a rendirnos a el?
Yo siento miedo constantemente, miedo a cosas que no tienen el más mínimo sentido, aunque, algún sentido tendrán, ya que yo siento miedo.
De verdad, lo odio, odio esa sensación asfixiante que te hace un nudo en la garganta, esa sensación desagradable en el estómago, ese estúpido pitido en el cerebro...
No quiero tener miedo, no quiero tener miedo... pero lo tengo.
Tuve miedo cuando Bill, el chico que me gustaba y que, desgraciadamente, creo que me sigue gustando, aunque de esto ya os hablaré más adelante, descubrió que a mi me gustaba él. Fue horrible, y tuve miedo, aunque no lo dejé traslucir.
Os puedo asegurar que todos sentimos miedo alguna vez, por muy duros que parezcamos, por mi fuertes y decididos, nunca es lo suficiente...
Pero bueno, ya queda menos para las vacaciones. Dentro de poco estaré quedando con mis amigos y todo el día en el ordenador, eso si no suspendo ninguna, cosa que veo muy chunga.
Así que, no tengáis miedo...
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Un pasado aun cercano

sábado, 29 de mayo de 2010.
Lo cierto es que ahora no tengo demasiado tiempo; mi profesor de matemáticas particular llegará en media hora más o menos, pero, de todas formas tal vez pueda explicar algo más sobre como fui, como soy, y como seré.

Hasta que no asumes que habrá un final, no puede haber un principio.

Yo tendría unos 4 años cuando pisé por primera vez el colegio, aquel mundo inexplorado, tan diferente de todo lo que conocía. Años después, aunque de eso aun no tenía ni idea, tendría que cambiar a un nuevo colegio con motivos de reconstrucción del anterior, aunque no sería ningún drama ya que todos mis amigos se trasladaban conmigo.
Estaba delante de la alta puerta metálida, bien sujeta de la mano de mi madre, muy cerca de la que había sido mi única amiga durante todos esos cuatro años, la misma amiga que me acompañaría en mi progreso durante 10 años más, y los que aun esten por venir.
Se llama Alice, y ella, también asustada, me miraba de reojo, para ver lo que yo hacía. Puedo relatar esos primeros años perfectamente porque tal vez sean los más importantes de nuestras vidas.
Todos los padres se arremolinaban junto a nosotras delante de la puerta, una puerta que ya había vivido al menos 100 años.
Y llegó la hora.
La conserje, o el conserje, no lo recuerdo, abrieron la puerta, con esa sonrisilla de suficiencia, queriendo parecer muy simpáticos, pero queriendo meterse ya rapidamente en su cubiculo de sufrimiento a poner sellitos y cosas de esas.
No se como pasó, pero, a medida que los demás iban entrando, yo me puse a llorar, posiblemente preguntandome que por que mi madre me hacía separarme de ella, ¿es que ya no me quería?
Hay que tener en cuenta que no es que yo sea devil, ni mucho menos, es, simplemente, que nunca antes había estado en la guarderia, por lo que el colegio me era a mi el doble de extraño que para los demas.
Entre mi madre y Alice, que no parecía especialmente torturada, consiguieron separarme de la primera, aun llorando como nunca lo había hecho, grandes lagrimones cristalinos que rodaban por mi pálida carita infantil. Desde siempre todo el mundo me ha dicho, sobre todo ahora cuando ven mis fotos de pequeña, que parezco una lindisima muñequita de porcelana, era cierto.
Esta imagen jamas la olvidaré.
Alice me cogió la mano, sudorosa, y, con mucho aplomo, me arrastró al interior del patio. Recuerdo haberme dado la vuelta, y haber visto a mi madre, sonriendo, agitando la mano, después, el conserje había cerrado la puerta, separandome de todo.
Cuando miré a Alice, una niñita morena de negros rizos, que ahora se an combertido en bucles, me sonrió con cariño, intentando consolarme, intentando darme fuerzas, pero yo no podía dejar de llorar, me era imposible, me sentía incapaz.
Lo que pasó acontinuación ya no es tan importante, pero lo contaré de todas formas.
Una vez nos hubimos reunido con los demas, una señora con gafas y el pelo negro, Jocelyn, nos guió hasta nuestra aula, enorme.
Yo, que aun seguía llorando, me negaba a hablar con nadie que no fuera Alice, pero esta, que si que quería participar en los juegos para conocer a los demás, me abandonó en una silla, prometiendo que no tardaría mucho, pero si lo hizo.
Jocelyn, que se había dado por vencida, me había dejado también allí, en un rincón del aula, sola con mis llantos.
Y vomité. Fue lo más asqueroso que me ha pasado, el vomito más repulsivo.
Entonces, conseguiendo así llamar la atención de todos, me calme un poco, aunque aun me sentía reacia a participar con los demas, pero eso yo lo arreglaría más adelante.
Pasaron los días, y yo iba mejorando, aunque aun tenía la costumbre de sentarme en mi sillita del rincón, y observar a los demás jugando en el suelo de corcho.
Yo aun no lo sabía, pero, la mayoría de los que estaban allí serían mis amigos hasta la adolescencia, y he de decir, que muchos de ellos, aun siguen conmigo en mi clase de tercero de la E.S.O.
A muchos otros sin embargo, me los iría encontrando a lo largo de mi camino, siendo mejor o peor recibidos por mi, claro.
Llegó un día en el que, por arte de mágia, y sin que nadie hubiera tenido que decirme nada, en el que llegué a clase junto a Alice, y, perfectamente decidida, fui dandole la mano a todos y cada uno de mis compañeros, repitiendo una única frase.
-Yo soy Lyra.- ellos me contestaban con sus nombres, y en su mayoría con una sonrisa.
Ya podía decir, con total seguridad, que eramos amigos.
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Extraños

Me llamo Lyra, o si lo preferís, Liz, lo dejo a vuestra elección.
Se que esto no os dice nada, pero, aunque dijese mil cosas más, al final, sería el mismo resultado.
No soy especialmente guapa, aunque tampoco especialmente fea. Soy la clase de persona a la que te diriges como mona. Eso si, cuando los rayos del sol lamen mi pelo, por los hombros, oscuro, este reluce rojizo. Mis ojos, según se vean, pueden ser almendrados, o verde oliva. No creo que haya nada más que añadir sobre mi aspecto, como que soy delgada.
Ahora, vosotros y yo somos extraños, después, seremos conocidos, y más tarde, tal vez lleguemos a ser amigos, eso, nunca se sabe.
Mi vida no es interesante, ni mágica, ni especial de la forma en que lo es la vida de los personajes de los libros, sin embargo, si puede llegar a ser interesante si quieres que lo sea, puede ser mágica si la observas desde mi punto de vista, y puede ser especial si la comparas con la de los demás.
Supongo que aquí empieza mi historia, aquí relato mi vida.

Lyra
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